Mentalidad terrícola

ECOPOBLACIÓN

ECOPOBLACIÓN

En el en el planeta Tierra hay más de 7000 millones de habitantes. Según la ONU, para el año 2050 habrá 9000 millones de personas y a finales de este siglo unos 11.000.000.000, que deberán convivir, alimentarse, calentarse o enfriar sus viviendas, trabajar, generar recursos y seguir fabricando bienes de consumo.

SOBREPOBLACIÓN

Los nacimientos son cada vez más abundantes, a pesar de que en los países más desarrollados se tiende a la disminución del número de vástagos por familia y de que países como China traten de regularlo de modo obligatorio; las olas migratorias se desplazan cada vez en mayor número e intensidad hacia los países más ricos.

Las poblaciones mundiales tienden a acumularse en las grandes ciudades mientras despueblan otros espacios en los que cada vez es más difícil cultivar, cuidar ganado para toda la población, instalar nuevas fuentes energéticas o simplemente convivir con viejos ecosistemas en los que pretendíamos proteger a animales y plantas.

La desforestación avanza a pasos agigantados y las denominadas energías limpias se hacen insuficientes para evitar el calentamiento global y la utilización de viejas fuentes contaminantes.

Los recursos minerales y los acuíferos se agotan.

Y los humanos, por mucho que algunos predijeron que terminaría por disminuir la natalidad a nivel global (según algunos ilustrados machistas porque la educación de las mujeres conseguiría que quisieran tener menos hijos), se sigue procreando a una velocidad vertiginosa.

El desempleo es cada vez más acuciante y está empezando a ser considerado como algo estructural en muchos países desarrollados con las consiguientes ayudas estatales para mantener la subsistencia de los parados.

La escasez de vivienda, en especial en las grandes ciudades, provoca un aumento de precios desmesurado y la consiguiente ocupación ilegal de viviendas se hace cada vez más patente, e incluso llega a ser tolerada por algunos gobiernos que no tienen la capacidad suficiente para atender a todos sus ciudadanos y que ven en esos “nuevos parias” una oportunidad para seguir manteniendo sus butacones políticos gracias a los votos de los más desfavorecidos.

El hacinamiento, la pobreza, la falta de ilusiones, el exceso de normas y su cada vez más frecuente incumplimiento, las diferencias sociales y los choques cultuales, el desprecio por la vida propia y de los demás, la egolatría excesiva… , provocan un aumento exponencial de la agresividad, la violencia y la delincuencia.

La calidad de vida es cada vez peor en las gentes más pobres y se reduce, paso a paso, entre la denominada clase media, mientras que los más ricos aumentan sus beneficios a costa de la miseria de los demás,  cegados por su ambición e ingenuos hacia el incierto futuro que aguarda a sus descendientes en muy próximas generaciones.

Algunos políticos apoyan bajo las sombras de silencio las actuaciones de algunos egolatrados multimillonarios en su búsqueda de otros planetas en los que salvar su descendencia junto con sus riquezas, o para salvar simplemente sus vidas de la hecatombe que ellos prevén que se avecina.

Mientras tanto, el consumo sigue disparado en los países más desarrollados, mientras se habla y se parlotea sobre ecología, sobre nuevos consumos: coches eléctricos, para los que, en realidad, no habrá ningún tipo de energía suficiente para mantenerlos en el futuro; de dejar de comer carne, cuando, en un futuro bastante próximo,  ya no habrá ni siquiera vegetales suficientes que hubieran podido  alimentar a los animales necesarios; de grandes ordenadores y magníficos smartphones, cuando ya en la actualidad empiezan a agotarse algunos de sus componentes, y las niñas y niños bonitos e inteligentes ocupan los medios de comunicación con sus bravatas sobre la ecología y el maravilloso mundo que les  dejaremos para mañana, cuando en realidad no hacen más que copiar inconscientemente las consignas de sus políticos más manipuladores.

Niños y niñas que escuchan es los colegios e institutos los nuevos cuentos infantiles y las nuevas historias de ciencia ficción, todos repletos de ecología y fantasía.

En otro orden de cosas, y como si no pasara nada y apenas debiera ocupar algunas líneas en los periódicos y en las pequeñas tertulias de los medios televisivos, los países más poderosos se siguen armando para tratar de disuadir a los demás de ser atacados y, en el fondo, temerosos de que el contrincante este tramando bajo las sombras un ataque que, como siempre antes y en todas las guerras, ha perseguido hacerse con los recursos y las riquezas del nuevo enemigo; guerras apoyadas en muchos casos por la población, especialmente en épocas de crisis o cuando mermaban los recursos y el paro se hacía insostenible, guerras que hoy día serían devastadoras, de consecuencias incalculables, pero que, desgraciadamente, también aliviarían la sobrepoblación que está matando la vida del planeta Tierra.

Me pregunto que, si la Tierra pudiera hablarnos con palabras, ¿Qué nos pediría? ¿Qué nos exigiría para poder seguir nutriéndonos y abasteciéndonos de recursos, para mantenernos frescos en verano y calientes en invierno? ¿Qué necesitaría para mantenerse equilibrada, sin necesidad de llamarnos más la atención a través de sus temperaturas extremas,  mediante lluvias intensas, sin volcanes agonizando lava ni terremotos febriles? ¿Qué necesitas Tierra para seguir viviendo? ¿Cómo hemos afectado a tu salud? ¿De qué manera podemos curarte?

Apenas nadie habla de superpoblación. Se habla sobre el aborto, la eutanasia, de la clonación de seres humanos para aprovechar sus órganos o convertirlos en  trabajadores sumisos y militares obedientes, de calentamiento global, de nuevas fuentes energéticas y de comprar piruletas ecológicas sin envasado plástico…

Se habla de todo, pero políticos, filósofos, demógrafos, economistas, grandes magnates…  eluden entrar en el fondo de la cuestión: la superpoblación mundial puede suponer en un futuro próximo el fin del planeta.

¿Y qué podría ocurrir entonces si no se toman medidas antes de que la situación sea insostenible? ¿Habría que pensar primero en disminuir drásticamente el número de neonatos o sería más fácil, y menos doloroso para los futuros papás, disminuir los años de vida de los más ancianos? Soluciones ambas aterradoras, más una que la otra para algunos, impensable para otros,  preocupante para los políticos que algún día tuvieran que elegir o tomar decisiones similares.

¿Y que habría que hacer ahora, de manera urgente? Para empezar, muy probablemente, habría que dejar de tener miedo a plantear las cosas como son y ver el futuro como va a ser si no hacemos nada. Independientemente de todo lo que hagamos ahora y de los falsos sueños acerca de una tierra maravillosa, libre de contaminantes, con alimentos ecológicos para todos, con recursos suficientes para que sigamos consumiendo…  Porque, hagamos lo que hagamos, por muchas conferencias mundiales y bonitos acuerdos sobre el papel, si no tomamos medidas para frenar el cambio climático, entre otras, será el fin de nuestros descendientes; pero, aun así, llegará un momento que no habrá recursos suficientes para que puedan seguir sobreviviendo.

Quitémonos el miedo a decir la verdad, y comencemos a hablar acerca de los posibles efectos adversos de la sobrepoblación, por mucho que duela y por muchos votos que se pierdan. No seamos tan pueriles de pensar que todo esto que ahora tenemos y disfrutamos va a perdurar para siempre. Es el momento de comenzar a hablar seriamente, sin miedo ni tapujos, de Ecopoblación.